Jeremías expresa con numerosos símiles y metáforas en Lamentaciones el sufrimiento y destrucción de Jerusalén a manos de Babilonia. Esta devastación a manos de su enemigo no es más que una muestra de la ira de Dios, provocada por la constante rebelión y desobediencia de Su pueblo ante un Dios justo y santo. Judá confió en dioses falsos y cerró sus oídos y corazón al verdadero Dios.

Jeremías tuvo un ministerio de 40 años, durante el cual el profeta se dedicó a amonestar al pueblo por su desobediencia e infidelidad a Jehová; mas el pueblo no quiso escuchar y continuó pecando contra Dios.

Judá tenía tres ídolos en los que depositó su confianza: la dinastía de David, el templo en Jerusalén y la ayuda que vendría de Egipto. Todo esto los llevó a olvidarse de su Dios y de que su único socorro vendría de Jehová. Ahora, Dios usaría a su enemigo para humillarlos.

Siempre Dios hace lo justo, pero yo soy muy rebelde: La Jerusalén personificada confiesa su pecado y proclama la justicia de Dios. Su dolor y cautiverio se debían a que ella era una rebelde contra Dios.

“Otra vez está la confesión que admite que Dios tiene razón. Esta es a menudo una admisión difícil de hacer. Uno puede sentir la agonía del corazón que se retuerce incluso mientras la gente se confiesa”.

Ayuda pedí a mis amigos, pero me dieron la espalda: Jerusalén clamó a sus amigos, una metáfora de aquellos en quienes ella puso su amor y confianza en lugar de ir hacia Dios por ayuda. Ellos le dieron la espalda a Jerusalén y no sirvieron de nada mientras la ciudad moría de hambre.

Leemos mucho que Dios es temible, y lo es, pero ellos no creyeron. ¿Lo crees tú? ¿Temes a Dios como dice Mateo 10:28, que debemos temer a «Aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno»? No esperes a que haga justicia; abre tus oídos y tu corazón a Su palabra mientras hay esperanza.